Por las calles polvorientas
va el malevo sin destino,
con su sombra de silencio
y un recuerdo en el camino.
La luna pinta en el cielo
su rostro de eterno juez,
mientras el viento murmura
secretos de hoy y de ayer.
Lleva en su alma la pena
de un amor que se ha perdido,
y en sus ojos hay la sombra
de un tiempo ya consumido.
Camina entre las esquinas
con paso lento y callado,
como quien carga en la vida
el peso de lo pasado.
Sus manos cuentan historias
de luchas y de esperanzas,
y su corazón de acero
late con viejas alianzas.
Nadie sabe su destino,
nadie entiende su dolor,
solo el canto de los grillos
le acompaña en su vagón.