Subimos pensando que todo será glorioso,
bajamos sintiendo que todo es un desastre.
La vida no avisa: empuja y da vueltas,
y justo cuando crees que entiendes el juego,
te lanza al vacío sin cinturón de seguridad.
Un día eres héroe, otro día mendigo.
Te aplauden de pie, luego te ignoran.
Ríes, lloras, te cansas, te rearmas,
y mientras tanto la rueda sigue girando.
Los que van arriba miran con desprecio,
pero la rueda no olvida: tarde o temprano
estarán abajo con los pies colgando.
No hay botón de pausa, ni boleto de regreso,
y, al final, nadie entiende muy bien el trayecto:
¿Era una aventura o una trampa perfecta?
Da igual, no importa. Ya estamos dentro.