Porque la luz del verso se agiganta,
si en voz se torna y libre se desata,
si cruza el aire, al alma se le ata,
y al corazón su esencia lo levanta.
No es eco mudo, ni palabra santa,
su voz es fuego que el pecho dilata,
un río audaz que nunca se remata,
que crece y vive si el sentir la canta.
Callar el verso es verlo marchitado,
mas si se dice, al mundo le estremece,
uniendo en su latido lo olvidado.
Que el arte vibre, cante y nunca cese,
pues solo el verbo, libre y elevado,
con su calor las almas enriquece.