La lluvia canta su canción,
golpea el suelo con su danza,
teje en el aire su oración,
de plata viste la balanza.
El cielo oscuro la derrama,
sus lágrimas caen sin temor,
el viento silba, el agua brama,
y el mundo escucha su clamor.
«No temas, niño», dice el viento,
«es solo un beso, un dulce azar,
un suave y tibio sentimiento
que en gotas viene a acariciar».
Las ranas callan en su nido,
la charca duerme en su latir,
y el agua canta su sonido,
sin cuerda, arpa ni flautín.
Es voz del cielo, es luz y brisa,
es un susurro de bondad,
su roce limpia, cura y pisa
la vieja sombra de ansiedad.
Sus gotas quedan en tu frente,
dejando huellas de su paso,
y el alma brilla dulcemente,
cubierta en lluvia como un lazo.
Que llueva siempre, que no falte,
que riegue al mundo en su verdad,
y al triste poeta que en su arte
sólo la lluvia calmará.