I
En la penumbra queda tu esencia dibujada,
un eco entre los pliegues de la noche sin fin.
Tu sombra, que me envuelve como llama callada,
resuena en mis latidos, tan frágil, tan ruin.
II
El aire trae tu rastro, mas nunca tu presencia,
y el tiempo, detenido, me ahoga en su rigor.
Te nombro en cada pausa, desbordo mi carencia,
y el alma se consume por tanto recordor.
III
Las sábanas suspiran memorias de tu paso,
y busco entre los sueños tu forma al despertar.
Tu huella, tan cercana, se ha vuelto un dulce lazo
que ata mi desvelo y no quiere soltar.
IV
Amado, en esta ausencia, el mundo se derrumba,
el frío de tu falta me llena de dolor.
Mas sé que en este cuarto tu espíritu retumba,
y vive en el silencio que canta tu calor.