Los gorriones van volando,
rojos como el sol temprano,
van cruzando los caminos,
van cantando en los tejados.
Brilla el alba en sus alientos,
vuelan libres, sin descanso,
como sombras encendidas
por un sueño soberano.
Entre ramas sus suspiros,
hacen eco en el verano,
son pinceles en el viento,
dibujando un cielo claro.
Y si llueve, no se esconden,
si el relámpago es tirano,
saben que la brisa vuelve
con su aroma de naranjo.
Gorriones de fuego y sangre,
pequeños dueños del campo,
vuestro vuelo es un poema,
vuestro trino es un milagro.