La espera
El silencio se desliza
como un río entre las manos,
y en sus curvas me improvisa
el eco de lo lejano.
Tu partida fue un relámpago,
un destello en la tormenta,
y la ausencia, siempre errática,
mi memoria alimenta.
No hay cartas en mi camino,
ni señales en la brisa,
solo un murmullo divino
que en la soledad se avisa.
Pero en la penumbra queda
un rastro que nunca muere,
la lección que se me enreda
como un faro que me hiere.
Y aunque el tiempo se desplome
bajo el peso de su arena,
que la sombra se renombre
en mi alma que te espera.
