En tierras donde el sol besó la cumbre,
se alzó un titán de espíritu forjado,
con hierro en la mirada y en la lumbre,
su pecho como roca fue templado.
Jamás temió la sombra del abismo,
ni el viento que quebranta la esperanza,
con paso firme, libre de egoísmo,
su fe labró senderos de bonanza.
No huyó del cruel destino ni el dolor,
ni halló en la adversidad su desventura,
pues supo transformar en luz el horror,
y alzó su corazón como armadura.
Su huella es llama, estampa de heroísmo,
y eterno su recuerdo en el abismo.