Fiebre de amor
Era una fiebre dulce en la sangre,
un relámpago ciego en la piel,
una llama secreta
consumiendo la razón.
Tus labios eran la noche y el abismo,
el vértigo de un mundo
donde solo cabían
mi locura y tu risa.
Corrí tras tu sombra
como un río que persigue su cauce,
pero en tus manos
el amor era un puñal brillante,
una herida que ardía
con la belleza de la muerte.
Amar fue caer
en la danza vertiginosa del fuego,
morir un poco,
pero morir hermoso,
con el alma desnuda
bajo la luna infinita.
