En el crisol de la vida, donde el dolor acecha,
y las sombras se alargan en cada brecha,
mantén la esperanza como un faro brillante,
pues su luz es eterna y su fuerza constante.
Cuando las pruebas se acumulan como montañas,
y el alma se siente atrapada en marañas,
no dejes que el miedo te robe el aliento,
la esperanza es el faro en medio del tormento.
Aunque el mundo se torne en un mar agitado,
y cada esfuerzo parezca en vano y agotado,
recuerda que en el fondo de cada corazón,
la esperanza florece con renovada pasión.
Es en la adversidad donde el espíritu se templa,
y la fe se convierte en la más firme muestra.
Cada lágrima vertida, cada sueño frustrado,
es nutriente de un futuro aún no revelado.
La esperanza es el hilo que teje nuestro destino,
la chispa que enciende el fuego divino.
A través de la tormenta, su llama no se extingue,
y en su calor, cada herida se distingue.
En tiempos oscuros y de adversidad,
abraza la esperanza con toda tu voluntad.
Pues en su abrazo, hallarás la fuerza,
para enfrentar cualquier prueba, cualquier tristeza.