En el borde fugaz de un pensamiento,
se oculta lo que nunca pronuncié;
un eco que en el alma se quedó
como un susurro herido por el viento.
Te nombro en el rumor del firmamento,
en cada sombra que la luz dejó;
tu ausencia es un abismo que inventó
el tiempo para ahogar mi sentimiento.
Mas vives en la brisa que me toca,
en cada nota suave del rocío,
en cada flor que al sol abre su boca.
Y aunque estés lejos, siento que eres mío,
un canto que mi sangre desemboca,
la huella que me une a lo infinito.