Del amor surge la lumbre,
centro y llama de la vida,
luz que, en aura esclarecida,
vence sombras y costumbre.
Dulce néctar, fiel vislumbre
de la dicha más divina,
que en el alma se adivina
como un astro centellea,
y en la carne se recrea
cual rocío en la colina.
Canta el viento en armonía
y la rosa se estremece,
pues la tierra reverdece
al latir la melodía.
Es el día en que la umbría
cede al sol su bello encanto,
y el aliento del quebranto
se convierte en brisa pura,
cual si el mundo en su ternura
se embriagara de su canto.
Si el amor es el secreto
del fulgor en la existencia,
si su beso es la presencia
del edén más indiscreto,
que su soplo quede impreso
en la huella de los años,
sin dobleces ni apaños,
con la fuerza de su llama,
pues quien ama y bien reclama
vencerá todos los daños.