En aura dulce, luz fulgente,
se yergue el día de ternura,
con albos lazos de dulzura,
de amante fuego refulgente.
El alma siente, el alma siente,
que el tiempo embriaga su fulgor,
y es la caricia de un candor
quien torna ardente la jornada,
bajo la luna nacarada,
templando versos de esplendor.
Crisol de besos y de anhelos,
suspiro en viento perfumado,
reflejo fiel, apasionado,
del pecho henchido de desvelos.
Son de querubes los consuelos,
la dicha en néctar se derrama,
y es la esperanza quien reclama
del noble afecto su primor,
pues todo gira en torno al flor
que en pecho amante se derrama.
Así, con púrpura encendida,
la brisa cubre cada esquina,
y el alba en áurea cortina
parece un eco de la vida.
Del corazón enardecida
surge la ofrenda de emoción,
que en sus latidos, sin razón,
se torna canto celestial,
un halo inmenso y eternal
de un puro y sacro admiración.