En el bosque callado, la luna se deshace
y sus hilos de plata cubren la tierra fría.
Los álamos susurran secretos en el aire,
mientras sombras danzantes tejen su melodía.
Un estanque dormido refleja mil estrellas,
cristales de un misterio que nunca se desvela.
El perfume del musgo se aferra a las cortezas,
y el viento, cual poeta, murmura su novela.
Entre rocas de mármol, brota un arroyo suave,
dibujando en la tierra su rastro de caricias.
Las aves en el alba despiertan como claves,
y el cielo se convierte en un lienzo de delicias.
Bajo el roble milenario, la sombra se desliza,
como un eco sin dueño que canta soledad.
Y el bosque, en su silencio, guarda su propia prisa,
pues cada hoja que cae conoce la verdad.