Mi canto en elegía se transforma,
El corazón del monte languidece,
Quebrando con mi llanto la armonía,
Que otrora mi alma conocía.
Los bosques verdes, antes relucientes,
Se tornan pálidos, mustios y secos,
Sus copas como lágrimas cayentes,
Llorando el luto de silencios huecos.
Los arroyos que el valle refrescaban,
Se secan, dejando tan solo el lecho,
El viento entre las hojas, antes grato,
Susurra ahora un fúnebre lamento.
Las flores, que adornaban los senderos,
Marchitan, sin su belleza y su gloria,
Como testigos mudos y dolientes,
Del dolor que envuelve esta memoria.
Mi corazón, en pena sumergido,
Se ahoga en el pesar y la tristeza,
Mientras mi canto, en elegía convertido,
Eleva su lamento por la naturaleza.