La cuna humilde guarda su tesoro,
luz en sus ojos, su sonrisa, oro.
Sus manos tiemblan como hojas del viento,
y en cada llanto mora el firmamento.
Duerme en la noche que el silencio embriaga,
y al despertar su risa al alba halaga.
Su piel de lirio lleva luz serena,
paz que consuela, amor que rompe pena.
Del cielo baja la canción divina,
estrella guía, llama que ilumina.
Pequeño rey de majestad sencilla,
su alma al mundo toda sombra humilla.
Los ángeles celebran su alegría,
y el aire canta su melancolía.
La madre observa en un amor callado,
su pecho abriga el don más esperado.
El tiempo cae rendido ante su esencia,
que el mundo vive por su omnipresencia.