Brotó la flor en grieta descuidada,
sin lluvia que alimente su destino,
y halló la luz en su fulgor divino
cercada por la piedra y la calzada.
El río, aunque la roca esté cerrada,
se abre paso con pulso cristalino,
y avanza con un ímpetu genuino,
sin miedo a la tormenta desatada.
Así la vida crece y se despeña,
desafiando el rigor de su condena,
hallando luz en la mayor tiniebla.
Que el sueño siga firme pues no se empeña
en huir del dolor que le encadena,
pues siempre el sol regresa cuando quiebra.