El quejido tejido en versos
Un quejido se enreda en la brisa,
hilando dolores de noches pasadas,
suena al susurro de un alma indecisa,
palabra a palabra, memoria tatuada.
Teje el verso su trama sutil,
con hilos de llanto y de luz temblorosa,
se hunde en la herida, se alza febril,
como la espina que brota de rosa.
En la urdimbre de sombras y días,
los ecos murmuran lo nunca olvidado,
un canto que sangra, que busca armonías
y encuentra refugio en lo inacabado.
Cada estrofa, un latido doliente,
un suspiro que al tiempo derrota,
y en el papel se torna presente
la voz que en silencio al dolor se agota.
Es el quejido que versos levanta,
un eco que calla, pero no se extingue,
pues en la poesía, la vida se canta,
y el alma, aun rota, persiste y se ciñe.
