En el estuche todos cabemos,
cada uno con su forma y su trazo,
afilados o no, siempre sabemos
que juntos damos sentido al paso.
El lápiz más fino puede quebrarse,
el más tosco a veces sorprende,
y aunque la punta logre gastarse,
su esencia creativa siempre prende.
No importa quién brille más en la mesa,
ni cuál sea el primero en usarse,
cada trazo que deja su pieza
es parte de un todo al crearse.
Así en la vida, no hay competición,
cada lápiz escribe su historia;
lo afilado es solo una ilusión,
lo que importa es dejar memoria.