I
Se adorna el templo vacío
con figuras que no miran,
y en sus sombras se respiran
los suspiros del hastío.
Es la fe un vano rocío
que esclaviza al pensamiento,
cierra puertas al intento
de buscar verdad alguna,
y convierte en oportuna
la cadena del tormento.
II
Se enredan cuerdas sutiles
en las manos que se alzan,
y los ecos que se lanzan
se convierten en serviles.
Son las mentes tan pueriles,
que el deseo toma el mando,
y la razón, suplicando,
se retira al abandono,
pues domina su trono
el frenesí delirando.
III
El canto ya no es sagrado,
ni el rezo busca sentido,
solo existe un cometido:
encerrar lo liberado.
Quien camina encadenado
no distingue su prisión,
y le da al sueño ilusión
de ser guía en el camino,
mas el deseo divino
no conoce redención.