No busco en el camino ni en el vasto horizonte,
el reino que he erigido se encuentra en mi interior.
Es ahí donde guardo el fulgor de su amor,
un castillo invisible que al cielo desafronte.
En sus muros resuena la voz de su cantar,
y el eco de su risa lo envuelve con dulzura.
Sus manos han trazado mi más pura ternura,
y en cada piedra late el deseo de soñar.
No existe fortaleza más alta ni serena,
ni torre que resista el paso del dolor.
Pues todo lo que tengo lo he hecho para ella.
Es mi reina, mi luz, la esencia que me llena,
y en mi pecho le ofrezco un templo de valor,
donde el amor gobierna con su paz eterna estrella.