El alma de la poesía no perece,
Mientras haya un declamador que sus versos enlace.
Su esencia etérea, en palabras se encarna,
Vibrantes emociones, en el aire se esparcen.
Cuando la voz resuena, el silencio se quiebra,
Las palabras se transforman en un torbellino de ideas.
Estrofas y versos, cual notas de una sinfonía,
Dibujan sueños, destierran la noche sombría.
El poeta, un alquimista del lenguaje,
Transmuta las palabras en un mágico brebaje.
Su pluma, un pincel, que pinta con tinta,
El lienzo del alma, donde la poesía se pinta.
El declamador, un intérprete inspirado,
Da vida a los versos, los hace palpitar.
Con su voz, el poema se alza victorioso,
Convirtiendo el silencio en un coro armonioso.
Mientras haya un voz que recite con fervor,
El alma de la poesía seguirá viva en el corazón.
Sus versos eternos, un faro en la oscuridad,
Guiarán a las almas, en su búsqueda de claridad.