I
La vida se detuvo en un solo latido,
el tiempo se quebró bajo su inmenso peso.
Quedó en mi alma un grito, callado y contenido,
un eco que se arrastra por cada oscuro beso.
II
La distancia nos une como rieles de acero,
paralelos, eternos, sin llegar al encuentro.
Caminos que no cruzan, aunque sigan enteros,
somos dos sombras puras que se miran de lejos.
III
La muerte te llevó cuando nadie esperaba,
y el alba se vistió con su manto de duelo.
Mis manos, extendidas, buscaron en la nada
el calor de tus dedos, que huyeron hacia el cielo.
IV
Ahora habito un mundo de instantes detenidos,
donde tu nombre duele, pero nunca se apaga.
Y espero que el silencio traiga un día el suspiro,
de encontrarte de nuevo, más allá de la calma.