Desde la música: poesía y resistencia
La poesía y la música han sido, desde tiempos inmemoriales, vehículos de expresión que desafían las imposiciones del pensamiento único. Ambas disciplinas poseen una cualidad esencialmente subversiva: no pueden ser reducidas a un sistema cerrado ni encasilladas en un molde preestablecido. Son, en sí mismas, formas de resistencia, herramientas que permiten a cada individuo dar forma a su propia existencia sin aceptar un guion impuesto.
La poesía, como bien se menciona, expresa una soledad que no se encierra en sí misma, sino que se abre al diálogo con otras soledades. Es un espacio de encuentro donde las emociones individuales se tornan universales, donde la palabra rompe los límites de lo privado y se convierte en un acto de comunicación genuino. En este sentido, la creatividad es un “antipoder”, una respuesta al autoritarismo de las normas rígidas y a la inercia de seguir la corriente sin cuestionamientos.
La música, por su parte, es otro lenguaje de libertad. No solo acompaña a la poesía, sino que la potencia y la expande. Es una manifestación de la subjetividad que atraviesa culturas y tiempos, transmitiendo sensaciones que a veces las palabras no alcanzan a expresar. Su naturaleza efímera y su capacidad de adaptación la convierten en un acto vivo de comunicación que, como la poesía, resiste la estandarización y el conformismo.
Así, en un mundo donde se nos propone seguir caminos trazados de antemano, la poesía y la música nos recuerdan que aún podemos escribir nuestra propia historia. Nos invitan a pensar de manera crítica, a sentir sin restricciones y a comunicarnos desde nuestra propia voz, lejos de los discursos uniformes. En ese acto de creación y diálogo, encontramos una verdadera forma de libertad.
