Cuando escucho de tu dicha, mi alma se escuece,
Pues tu suerte quisiera para mí, que carece.
El verde prado de otro, mi corazón entristece,
Mientras mi sendero en yuyos se ensombrece.
Aquel que ríe alegre, fuego en mi pecho enciende,
Porque sus alegrías mi risa me suspenden.
Susurros de contento, dardos que mi alma hieren,
Mientras otros en silencio, lamentos profieren.
Oh, libertad esquiva, que a otros se concede,
A mí, prisionero envidioso, solo pena concede.