Del sueño americano al éxodo del retorno
Partí dejando en la brisa
mi infancia, mi madre, el río,
llevando el ansiado frío
de una esperanza imprecisa.
Soñé en la tierra precisa
donde el oro es luz temprana,
donde el hambre se desgrana
como un trigo sin espinas,
mas hallé sombras mezquinas
y una suerte inhumana.
La ciudad de altos reflejos
tenía un latido extraño,
me trató como un extraño,
me vistió de mil complejos.
Se hicieron duros los trechos,
la lengua perdió su esencia,
y el tiempo en su cruel presencia
se volvió solo una estampa,
raíces dentro de un trampa,
patria solo en la conciencia.
Los años fueron pasando
con su carga de desvelo,
miré con ojos de anhelo
el surco que fui dejando.
El alma me fue gritando
que mi sitio no era aquí,
que el camino que escogí
me alejó de lo sincero,
y entendí que el extranjero
fui yo mismo desde allí.
Volví con la piel marcada,
con más años que memorias,
con manos llenas de historias
y el alma casi callada.
Pero la patria esperada
ya no era la que soñé,
caminé donde marché
buscando el dulce pasado,
mas el tiempo despiadado
no me quiso responder.
