Cuando yo era un niño, el mar muerto solo estaba enfermo
Recuerdo los días de antaño, cuando era pequeño e inocente,
Cuando el mar muerto no era más que un paciente.
Sus aguas eran espejo de un cielo sereno y claro,
Sus orillas un lecho acogedor, su tacto suave y cálido.
Jugaba a la orilla, mis pies hundían en la arena,
Mientras escuchaba el susurro de las olas, lleno de paz y de calma.
El mar parecía dormir plácidamente, sin pena,
Como si solo necesitara un poco de tiempo para sanar su alma.
Los años pasaron, el mundo cambió, y hoy lo veo distinto.
Aquel mar ayer enfermo, hoy parece morir lentamente.
Sus aguas ya no reflejan el cielo, sino un paisaje yermo y extinto,
Sus orillas, un erial donde la vida se encuentra ausente.
¿Qué ha sucedido con aquel mar que conocí de niño?
¿Qué mano cruel lo ha condenado a esa penuria sin fin?
Ya no veo la serenidad, sólo un lamento y un ceño fruncido,
Como si el mar estuviera sufriendo, como si quisiera decir “auxilio, ayúdenme”.
Ay, si pudiera volver atrás, a esos días de antaño,
Quizás aún podría ver al mar enfermo, pero con esperanza de sanar.
Hoy sólo veo desolación, un gigante herido y taciturno,
Y me pregunto, ¿cómo pudo todo cambiar tanto, sin que nadie lo pudiera evitar?
