Clavas clavos en mis manos,
Y me culpas por mi ocaso.
Pero olvido tus abrazas,
Y los martillos en tus brazos.
Mientras te lamentas por tu daño,
Yo cargo mi cruz, sin engaño.
Cada golpe, una lección,
Un premio a mi propia pasión.
Los clavos que me crucifican,
Son tuyos, no los que yo elijo.
Tu culpa se torna mi martirio,
Mi silencio, mi propio cilicio.
Mas en mi dolor, hallo la gloria,
Pues soy maestro de mi historia.
A pesar de la adversidad,
Mi espíritu canta libertad.