Cima de Machu Picchu!
Desde la cima de la ciudad abandonada,
donde las ruinas se encuentran con el cielo,
miro hacia abajo y veo la historia,
un laberinto de piedras y recuerdos.
Pienso en los que vinieron antes que yo,
en los que construyeron esta ciudad en el aire,
en los que soñaron con un mundo diferente,
en los que lucharon por un futuro mejor.
Pero también pienso en los que se quedaron,
en los que se rindieron al olvido,
en los que se perdieron en el tiempo,
en los que se desvanecieron en el viento.
Y yo, desde esta altura, me pregunto,
¿qué queda de aquella civilización?
¿Qué queda de sus sueños y sus luchas?
¿Qué queda de su humanidad?
La respuesta es el viento que me acaricia,
el sol que me calienta la piel,
la lluvia que me refresca el alma,
la tierra que me sostiene los pies.
La respuesta es la vida que late en mí,
la vida que late en cada ser humano,
la vida que late en cada rincón del planeta,
la vida que late en cada momento.
Así que desde esta cima, miro hacia abajo,
y veo la belleza de la impermanencia,
veo la fuerza de la naturaleza,
veo la esperanza de un nuevo comienzo.
Y yo, desde esta altura, me comprometo,
a no olvidar la lección del pasado,
a no repetir los errores de la historia,
a no dejar que el miedo y la ignorancia me guíen.
Me comprometo a caminar hacia adelante,
con la sabiduría de los que vinieron antes,
con la pasión de los que lucharon por un mundo mejor,
con la fe en un futuro más justo y más humano.
