A la sombra de la cuna
se oculta su sacrificio,
con manos que nunca dudan
y un eterno compromiso.
No reniegues de su entrega,
del dolor que no se olvida,
cada lágrima es la prueba
de la sangre compartida.
Cuando el viento te despeine
y la vida sea impía,
recuerda que en su vientre
ya luchabas por tu vida.
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No reniegues tú,
de su gran bondad,
pues te dio la luz,
sin fragilidad.
Fuerte como el mar,
tierna en su latir,
pudo soportar
tanto de sufrir.
Miras su calor
y su cicatriz,
en su pecho ardor,
alma sin desliz.
Lleva su verdad,
todo su candor,
su maternidad,
cuna y su dolor.