En la brisa que danza en el campo florido,
se esconden los versos de un dulce sentir,
recuerdos de amores que el tiempo ha dormido,
suspiros que el alma no puede extinguir.
El río murmura su canto sereno,
su espejo refleja la luz matinal,
y el sol va tiñendo de oro y de cieno
las hojas que esperan su beso inmortal.
Oh, tierra bendita de sueños y espigas,
de abrazos sencillos, de cielo y de pan,
te llevo en el pecho, prendida en mis ligas,
cual dulce reliquia que nunca se va.
Y así en el sendero de vida y de espera,
camino despacio, sin prisa ni afán,
pues sé que en el viento, la luna y la era,
tu risa y tu esencia conmigo estarán.