Carta de un alma errante
De mi dolor y mis penas,
de mi amarga soledad,
te escribo con la verdad
que ocultan noches serenas.
Mis horas son siempre ajenas
a la dicha que persigo;
el destino, cruel testigo,
me deja sin tu piedad.
Mis pasos vagan sin calma
por tierras desconocidas,
pues en ellas las heridas
parecen curar el alma.
Mas este afán sólo empalma
un sueño que ya no alcanza;
en mi pecho la esperanza
se apaga en horas perdidas.
No sé si al leer mi letra
tus ojos tendrán desdén,
o si acaso con desdén
mi lamento se interpreta.
Mas tu imagen me penetra
como un rayo entre las sombras;
tú, que mis ansias asombras,
eres luz que aún me sostiene.
Ahora, sin rumbo y sin arte,
espero hallar un consuelo,
que me eleve hacia tu cielo
o me dé valor para amarte.
Si el destino quiere aparte
dejarnos en lontananza,
que al menos quede en balanza
la fe que no supe darte.
