En el crepúsculo dorado,
bajo el cielo de azul y fuego,
el sol se inclina, cansado,
y besa la tierra en su juego.
Las aves, en suave vuelo,
regresan al nido querido,
y el viento, con dulce consuelo,
susurra secretos al oído.
El campo, en paz reposada,
se viste de sombras y luz,
y la brisa, enamorada,
acaricia todo a su vez.
Los ríos, con voz serena,
cantan al paso del tiempo,
y las flores, en la arena,
despiden su último ensueño.
Panamá, tierra bendita,
de montañas y mar infinito,
tu belleza, siempre escrita,
en mi alma encuentra su sitio.
En el atardecer sublime,
mi corazón se siente libre,
y en cada nota de este himno,
te canto, patria, con amor vivo.