Canción del Tiempo Prestado
Desgrano los días como granos de arena,
que se escurren veloces entre mis dedos.
El tiempo me roba, el tiempo me condena
a aferrarme a segundos, huyentes y lerdos.
Siento cómo las horas me muerden la espalda,
cómo los minutos se alzan como acechantes,
cómo los instantes me tienden emboscada,
dejándome sólo retazos deslizantes.
El tiempo es un ladrón que todo lo saquea,
que arrebata sin tregua la dicha y el pesar.
Es un tirano cruel que todo lo saquea,
sin permitir siquiera un soplo de sosegar.
Y en esta lucha a brazo partido con el tiempo,
sólo puedo aferrarme a lo que me es prestado.
Sólo puedo asir con fuerza lo que me es concedido,
antes de que el reloj me lo arrebate, robado.
Cada alba que amanece, cada noche que cae,
son dones efímeros que el tiempo me concede.
Cada latido que vibra, cada suspiro que yace,
son migajas de vida que el tiempo me remueve.
Por eso, cuando el alba sus luces me regala,
o cuando la noche sus sombras me prodiga,
me aferro con ahínco a cada don que exhala,
pues sé que el tiempo voraz, pronto me lo exige.
Sí, sólo me queda abrazar lo que me es prestado,
beber la copa de vida hasta que se me acabe.
Pues el tiempo es un déspota, cruel, despiadado,
que todo lo devora, nada dejando a salvo.
