Cuando sostuvimos a nuestro bebé en brazos,
Fue como si el mundo se hubiese detenido,
Y una cascada de emociones hondas
Llenara cada fibra de nuestro ser.
Ese pequeño rostro, tan frágil y perfecto,
Nos cautivó con una fuerza arrolladora,
Despertando en nosotros una ternura infinita,
Una necesidad imperiosa de protegerlo.
Ahora somos responsables de esta nueva vida,
De guiarla y velar por su crecimiento,
De enseñarle a amar, a soñar, a vivir.
Y esa tarea nos llena de humilde asombro.
Porque este ser tan indefenso y pequeño
Nos ha transformado, llenándonos de alegría,
Recordándonos lo que realmente importa en la vida.
Celebramos con gozo esta llegada milagrosa,
Que nos trae la promesa de un mundo más luminoso,
Donde el amor y la vida rijan con su esencia.