**I**
En la sombra de la vida,
camina el alma valiente,
con la esperanza latente,
aunque la senda es torcida.
No teme la despedida,
ni el polvo del cruel destino,
pues en cada desatino
se alza con fuerza y vigor,
y en el dolor ve el amor,
que es su faro y su camino.
—
**II**
No llora la adversidad,
ni se doblega al quebranto,
pues su cántico es el canto
de la eterna dignidad.
Con la frente en la humildad,
desafía al cruel destino,
y en el oscuro camino
lleva en el pecho una flor,
la fe, que es su resplandor,
y el coraje, su destino.
—
**III**
En la penumbra infinita,
donde el eco es un lamento,
resuena su firme intento,
como un grito que no se quita.
Aunque el viento le agita,
y el mundo le da la espalda,
su espíritu nunca embalda
sus sueños de redentor,
pues en su pecho el ardor
de la justicia se instala.
—
**IV**
Las estrellas del ocaso
le cantan su melodía,
y él, con sabia valentía,
transforma el dolor en paso.
Cada lágrima es un lazo,
un puente hacia la victoria,
pues en su pecho la historia
de los valientes se escribe,
y su espíritu revive
en el fulgor de la gloria.
—
**V**
Así, con fuerza infinita,
prosigue su senda noble,
y aunque la tormenta doble,
su voluntad resucita.
En cada caída grita
su anhelo de trascender,
y el mundo habrá de entender
que en su lucha, sin temor,
se alza un canto redentor
que nunca dejará de arder.
—