Bajo la piel del bosque
La tierra respira.
Bajo mis pies se abre un laberinto
de raíces que buscan abrazar el vacío.
La humedad susurra secretos
de épocas enterradas,
cuerpos que fueron hojas,
sombras que se hicieron polvo.
El viento no acaricia,
toca como un animal ciego,
como un dedo que busca
la grieta en mi pecho.
En la espesura,
un ave quiebra la soledad
con su grito de vidrio.
Se detiene el mundo
en ese filo agudo,
como si esperara
el derrumbe.
No hay mapas aquí,
solo un lenguaje de cortezas
y huellas en la maleza,
como cicatrices de un dios olvidado.
Camino sin nombre,
sin destino.
Cada paso me entierra más
en el corazón oscuro
del bosque que me mira,
que me respira.
Soy una rama caída,
un eco sin eco,
una criatura que se busca
en el silencio verde,
y no se encuentra.
