Antipoema al Dolor
Oh, dolor, cómo te me presentas,
disfrazado de emoción profunda,
cuando en realidad no eres más
que una molestia, un estorbo, un huésped no invitado.
Te arrullas en mi pecho,
susurrando historias trágicas,
intentando convencerme
de que sin ti, no soy completo.
Pero yo sé la verdad:
eres solo una sombra efímera,
un recordatorio de la fragilidad humana.
Intentas robarme la alegría,
nublar mi visión con lágrimas,
pero yo me niego a dejarte gobernar.
Eres como una tormenta pasajera,
que viene y va, sin dejar huella.
¿Acaso crees que tu peso
me hará más sabio o virtuoso?
Pues te equivocas, dolor.
Yo sé que la verdadera fortaleza
está en aprender a soltarte,
a dejar que te escurras entre mis dedos,
como agua que se desliza sin dejar rastro.
Así que, dolor, puedes visitar,
pero no te alojes en mi alma.
Eres un huésped inoportuno,
un inquilino que prefiero ignorar.
Porque yo sé que la verdadera valentía
radica en enfrentarte sin miedo,
y seguir caminando, sin que tu peso
me impida alcanzar la luz.
