Dolor, te presentas como un viejo conocido,
con tu rostro arrugado y tu risa amarga.
No eres un maestro, sino un ladrón,
que roba los momentos,
dejando solo ecos vacíos.
Tus garras son fuertes,
pero no son indestructibles.
Te llevo como una sombra,
un recordatorio constante
de que la vida no siempre es dulce.
A veces, te disfrazas de lección,
pero en realidad, eres solo un peso,
un lastre que arrastro,
mientras intento avanzar,
buscando luz en la penumbra.
Oh, dolor, no eres el héroe de mi historia,
ni la musa de mis versos.
Eres solo un intruso,
que se sienta a la mesa
cuando la alegría se ha ido.
Así que, aunque a veces me hables
con dulces palabras de crecimiento,
yo sé que en el fondo,
eres solo un susurro de desasosiego,
una nota disonante
en la sinfonía de mi vida.