En el abrazo del bosque y susurros de hojas,
Encuentro el eco de un amor ancestral,
Donde los árboles comparten sus historias
Y en cada rama se escribe un nuevo ritual.
El río serpenteante, con su canto eterno,
Nos recuerda que el amor es un viaje sin fin,
Con aguas que fluyen en un abrazo tierno,
Llevando nuestro sentir de principio a fin.
La luna llena, con su luz plateada,
Es testigo de noches de pasión y de sueños,
Ilumina el sendero de mi alma enamorada,
Y en su calma encuentro tus ojos risueños.
El viento, mensajero de secretos y anhelos,
Lleva consigo el susurro de tus promesas,
Que en cada brisa, como suaves desvelos,
Me envuelven en un mar de dulces certezas.
Las montañas imponentes, guardianes del cielo,
Son el símbolo de nuestro amor inmenso,
Que se eleva con fuerza, sin miedo ni velo,
Y en su cima encuentra su destino intenso.
Los campos dorados por el sol de verano
Son el reflejo de la calidez de tu abrazo,
Que en cada rayo, en cada grano,
Me ofrece un refugio, un eterno lazo.
El océano vasto y profundo, sin final,
Es como el misterio de tu amor infinito,
Que me atrae y me envuelve en su caudal,
Y en sus olas encuentro mi ser más bonito.
Las estrellas fugaces, en su breve destello,
Nos enseñan que el amor es efímero y bello,
Que cada instante compartido es un sueño
Y en su luz fugaz, hallamos nuestro anhelo.
En cada rincón de este mundo natural,
Veo reflejada la esencia de nuestro amor,
Que en su diversidad, en su belleza sin par,
Encuentra en la naturaleza su mayor esplendor.
Porque en el viento, el agua, la tierra y el fuego,
Descubro la chispa de nuestro vínculo eterno,
Y en esta danza cósmica, en este dulce juego,
Nuestro amor y la naturaleza se funden en un credo.