Bajo el fulgor dorado de un alba silenciosa,
despierta la esperanza cual tímida doncella,
se viste de rocío la rosa más hermosa,
y canta entre sus pétalos la brisa su querella.
Los montes en su cumbre de niebla sigilosa
ocultan los suspiros del alma que destella,
y el río, como un sueño de lágrima llorosa,
desliza su reflejo de luna pura y bella.
En medio del instante que el tiempo va tejiendo,
se enreda la memoria de un beso ya lejano,
y el viento va llevando su aroma persistente.
Es que la vida pasa, sutil y sin estruendo,
como una flor que muere en el jardín temprano,
dejando en nuestra piel su perfume latente.