Adiós, mi sueño de amor2
Adiós, mi sueño fiel, oh luminosa estrella,
fulgor que en mis tinieblas se alzaba siempre pura;
te vas, y en tu partida la sombra se hace huella,
y el alma se estremece de amarga desventura.
Te vi surgir un día con áureo resplandor,
cual lirio entre las aguas de un río cristalino;
mi pecho, enardecido por tanto explendor,
te amó como a la aurora le canta el peregrino.
Mas hoy, desvanecida tu imagen celestial,
se quiebran mis anhelos cual frágil azucena,
y el viento de la noche, de hálito infernal,
esparce mis suspiros con ráfagas de pena.
¿Qué queda sino el eco de un tiempo ya distante,
las sombras de un pasado que nunca tornará?
Las lágrimas errantes, un paso vacilante,
y un alma que en su luto jamás resplandecerá.
¡Adiós, mi sueño amado! Silencio y desconsuelo
se ciernen como sombras al pie de mi sendero;
te vas, y en este adiós se quiebra todo anhelo,
quedándome tan solo la angustia y el venero.
