Tus manos, esas que hablan sin palabras,
son el refugio de mis días inciertos,
donde encuentro la calma y la ternura,
el abrigo en las noches de tormenta.
Tus manos, que recorren mi piel
como el viento acaricia las montañas,
despiertan en mí un mundo de sensaciones,
una sinfonía de susurros y caricias.
Tus manos, que han conocido el trabajo
y el esfuerzo de los días incansables,
llevan en su tacto la historia
de una vida llena de lucha y esperanza.
Tus manos, que sostienen las mías
en un lazo invisible de amor y confianza,
me guían por los senderos de la vida,
siempre firmes, siempre presentes.
Y en cada toque, en cada gesto,
siento la profundidad de tu amor,
un amor que no necesita palabras,
porque tus manos ya lo dicen todo.