En su canto fiel y puro,
se enredaba el corazón,
voz nacida del arrión
y del viento más seguro.
Argentina la nombró
con orgullo y gran ternura,
y su canto fue la pura
voz del pueblo que soñó.
Flor de tango, voz sentida,
milonguera hasta el final,
con su temple sin igual
dio su alma a la vida herida.
Cada nota era un lamento,
un susurro, un estallido,
y en su pecho bien nacido
fue el folklore un sentimiento.
Hoy la patria la recuerda
como un eco sin olvido,
y su nombre está encendido
en la historia y su proeza.