Oh, abuelito gruñón, mi viejo amado,
A pesar de tu gruñir, te adoro tanto.
Tu voz, un mandato, mi corazón ha enternecido,
Y tus arrugas, un mapa donde guardo mi encanto.
Aunque siempre refunfuñes, tu bondad late fuerte,
Y tus silencios guardan mi tierna inocencia.
Tus manos, nudosas pero llenas de destreza,
Me han brindado consuelo y seguridad en mi existencia.
Tu mirada arisca esconde un alma dulce,
Que me abraza y me protege con cada latido.
Gruñón, pero mi tesoro, mi puerto seguro,
Tu amor, un faro en el tumulto de la vida, ha sido.