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ElidethAbreu

A la Mujer Samaritana

 
 
En el pozo de Jacob, bajo el sol ardiente,
Llegó una mujer, con su cántaro silente.
Buscaba agua, vida en su esencia,
Desconocía el encuentro, y su trascendencia.
 
Cristo la miró, con amor y compasión,
“Dame de beber”, fue su petición.
Ella, sorprendida, en su incredulidad,
No comprendía la divina realidad.
 
“Si conocieras el don de Dios,
Y quién te pide, con voz de adiós,
Tú le pedirías agua viva,
Que sacia el alma, y no se priva.”
 
Ella preguntó, con duda y afán,
“¿De dónde, Señor, esa agua manantial?
El pozo es hondo, no tienes balde,
¿Cómo puedes darme, agua que no falte?”
 
“Quien beba de esta agua, volverá a tener sed,
Mas quien beba del agua que Yo le daré,
Nunca más sed tendrá, en su corazón,
Será en él un manantial de vida, en comunión.”
 
La mujer, maravillada, su vida expuso,
Cristo reveló, con amor y sin abuso,
Sus heridas, sus penas, su verdad oculta,
Y en su corazón, la fe se insulta.
 
Corrió al pueblo, su voz resonó,
“Venid a ver al hombre, que todo me contó,
¿Será este el Cristo, el Salvador esperado?”
En su testimonio, muchos fueron salvados.
 
En el encuentro, en la verdad hallada,
La mujer samaritana, quedó transformada.
De su cántaro vacío, surgió una misión,
Llevar la buena nueva, a toda la nación.

Este poema celebra el profundo encuentro entre Jesús y la mujer samaritana, simbolizando la redención y transformación que puede ocurrir al encontrar la verdad y el amor divino.

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