En el corazón del laberinto,
Donde las sombras juegan con la luz,
Se ocultan los ecos de mil destinos,
Reflejos de un yo que se busca en la multitud.
Los muros de piedra, antiguos y fríos,
Guardan secretos de tiempos olvidados,
Mientras mis pasos trazan caminos
Que se entrelazan en sueños y pasados.
Soy el buscador y el perdido,
El héroe y el prisionero de mi propia mente,
En cada recodo, un espejo escondido,
Que revela un rostro, siempre diferente.
La identidad es un acertijo,
Un hilo de Ariadna enredado en la razón,
Cada puerta, un desafío,
Cada sombra, una revelación.
Borges, en tus páginas de intrincado diseño,
Nos guías por senderos de duda y certeza,
Donde el tiempo es un círculo eterno,
Y la verdad, una esquiva promesa.
En el centro del laberinto, no hay un final,
Solo el reflejo de lo que hemos sido,
Un infinito juego de espejos,
Donde el yo se busca y se pierde, sin hallar abrigo.
La búsqueda continúa, sin tregua ni paz,
En el laberinto de Borges, eterno y profundo,
Donde cada paso es un eco fugaz,
Y la identidad, un misterioso fondo.