—Incultura—
En este mundo de pantallas brillantes y atención fugaz,
el poeta se alza como un faro en la oscuridad cultural.
Sus versos son lanzas contra la muralla de la indiferencia,
cada estrofa un grito de guerra contra el silencio intelectual.
La ignorancia crece como hiedra en los muros del conocimiento,
sofocando la curiosidad, marchitando el pensamiento crítico.
El poeta, cual jardinero obstinado, poda y cultiva con esmero,
sembrando semillas de sabiduría en terreno árido y escéptico.
Contra la corriente de información superficial y efímera,
nada el poeta, cargando el peso de siglos de literatura.
Sus palabras son bocanadas de aire en un mundo que se asfixia,
ahogado en un mar de datos, sediento de verdadera cultura.
La apatía, como niebla espesa, nubla las mentes adormecidas,
el poeta es el viento que sopla, disipando la bruma del desinterés.
Con metáforas agudas y rimas reveladoras, sacude conciencias,
invitando a despertar del letargo, a sentir, a pensar otra vez.
En cada verso late la esperanza de un renacimiento literario,
donde las palabras vuelvan a ser tesoros y no mera mercancía.
El poeta persiste, incansable, en su misión quijotesca y noble,
de rescatar almas del abismo de la ignorancia día tras día.
