Me tocaba a diario soñar con alguien como tú, despertando de cada sueño fiado que el sueño fiado que dicho sueño tenía una razón de ser.
Ahora me veo en el espejo, decepcionado por el resultado que me he dado.
Cuando al fin te encontré... te perdí.
Perdí la oportunidad de pasar el resto de mi vida con alguien que solo podía imaginarme real en mis sueños, perdí la fuerza de seguir luchando, ahora solo me sigo abrumando.
Ahora lo sé, jamás fui el hombre para ti, nunca nadie lo será, jamás nadie será tan grandioso como para ser igual de bueno que tú, cariño.
Donde quiera que estés, espero leas esto y recuerdes que aún te amo y que te ves hermosa como quiera que estés vestida, no lo digo para que me ames otra vez o me recuerdes una vez más, lo digo para que tú te ames.
Desde ahora, queda en mis manos amarte de lejitos y ver como eres feliz, haciéndome feliz a mí al mismo tiempo, queda en mis manos verte y recordarte como la gran mujer que eres y como mi primer amor por siempre.
—Te quiero tres octavos del cielo.
¿El resto?... días atrás ya te los regalé.
Eduardo Andalón