A la muerte
Espero todos los días la hora en la que el tiempo y mi incapacidad humana decidan desterrarme de esta vida carente de valor, volátil y llena de pena.
Querido tiempo, te esperé impaciente, sentado en el mismo sofá como todos los días. Quiero que me devores ferozmente igual que un ebrio a su copa, o como Cronos devoró a sus hijos y me escupas cruelmente en la noche en que nos conocimos, noche perfecta, libre de todo.
Quiero abandonar todo a partir de hoy, porque ya me abandoné a mí.
—Carta firmada por mi alma con mi cuerpo frío e inerte.